domingo, 7 de octubre de 2007

ANALISIS "LA TARDECITA", DE JUAN JOSE SAER

(Trabajo Teoría Literaria I, 2006)

El siguiente análisis de “La tardecita”, de Juan José Saer, se basará principalmente en los cambios de tiempo, en la construcción del relato en función a esos tres tiempos superpuestos. Me concentraré solo en los cambios temporales más drásticos y evidentes, sin profundizar demasiado en las motivaciones, en los contenidos propiamente tales, en la semántica del texto, puesto que para ello sería inevitable extenderse más de la cuenta en el análisis. El primero de estos tres tiempos es una narración en presente que vendría a cumplir la función del relato primero (R1); es aquel en el que el narrador se muestra mayoritariamente, y comienza en la primera línea con “La historia, aunque a decir verdad...” hasta los dos puntos que hacen un corte evidente en “ es más o menos la siguiente:” Podemos distinguir en esta primera parte del relato la conciencia del narrador y el objetivo de su intervención. Que en el relato primero el tema principal sea además la literatura misma, y sobre todo el proceso de lectura y sus efectos, influye potencialmente en la adecuada comprensión los acontecimientos por parte del lector. La intervención primera, que hace las de introducción al relato en general, predispone cierta actitud en el lector, que permitirá entender al personaje principal, Barco.

Una vez hecha la introducción y expuestas de cierto modo, aunque todavía de manera muy difusa, las reflexiones del narrador, se da paso a la historia misma del personaje. Así, sabemos que un día Barco se instaló a leer a Petrarca y que a partir de la lectura se desplegó en su mente un recuerdo de la infancia que hasta entonces tenía olvidado. Sin embargo, en este punto el relato comienza a complejisarse. Ya contamos con una narración en presente. Ahora, a partir de la lectura que hace Barco (narrada en pasado) se despliega otra narración, en un pasado más lejano aún, que nace del recuerdo de Barco. Tendremos entonces una narración en pasado dentro de otra. La segunda (la del recuerdo) es, según lo establecido por Genette, analepsis. La primera de las narraciones en pasado (la que contiene la analepsis), pasaría a ser entonces un relato metadiegético porque refiere a otro relato, y se produce por un desplazamiento temporal del narrador; comenzando con “un domingo a la mañana…” en el párrafo I y terminando en el párrafo IV[1], aunque esta narración se ve constantemente interrumpida. En ella se cuenta, muy a grandes rasgos y tal como dije anteriormente, que Barco se instaló un domingo a leer “La ascensión del monte Ventoux” de Tetrarca (paratexto) y que a raíz de un episodio en particular con el que se encuentra en la lectura, un recuerdo de la infancia viene a su mente. Sin embargo, el relato metadiegético se ve constantemente interrumpido (o más bien intervenido, puesto que el relato no se interrumpe) por diferentes cambios o variaciones temporales. Ejemplo de esto es el relato iterativo que encontramos en el párrafo I: “de la que Barco […] irse para la cama”, en donde se cuenta una sola vez un antecedente repetitivo en la vida anterior del personaje. Más abajo, en el mismo párrafo se establece una especie analepsis parcial que a mi parecer hace las de pasado con extensión y mantención en el presente del relato metadiegético, puesto que debe considerarse la presencia de Tomatis en la ciudad como paralela a la lectura de Barco y, demás está decir, como justificación de esa lectura[2]: “Tomatis estaba en Buenos Aires […] que ponerse de novia con Tomatis”, seguido por una analepsis completiva corta (“Miri se olvidaba […] dejarse tentar por la cosa”) distinta de la que será relatada más adelante, y que está también en relación con el relato en el que se inserta pero que remite a cosas diferentes (remite al pasado de Miri, y no al de Barco).

En el párrafo II volvemos nuevamente a al relato metadiegético después de haber dado un salto a la analepsis referente a Miri, pero solo hasta el primer punto seguido. Se produce ahí otra pequeña analepsis que se refiere a San Agustín (intertexto) pero que contiene además un cambio al presente del R1: “o, a estar con algunos […] San Agustín”, para después centrarse de lleno en R1, hasta el final del párrafo. En cuanto a contenido, esta parte del relato primero es esencial. En ella se hace un guiño a lo que le sucederá al personaje, aunque en este punto el lector no sea capaz aún de establecer relaciones. No se trata de prolepsis en cuanto no se refiere a algo que sucederá más adelante en el relato de Barco propiamente tal, pero si es un anuncio, una especie de pista que permitirá guiar de cierto modo la lectura, que le permitirá al lector hacer las asociaciones correspondientes[3].

Regresa luego de esa pequeña intervención del narrador, a la historia de Barco, quien “tiene una experiencia semejante” a la de San Agustín, se entiende: un recuerdo. En este punto nos encontramos con un pequeño resumen (intertexto de “La ascensión del monte Ventoux”) que pasa a ser en este caso el hipotexto que además sirve de motivo para la acción (acción de recordar y por tanto toda la segunda parte del relato). Es una escena en particular, muy similar al recuerdo de Barco en cuanto se trata de un viaje con su hermano. La referencia se deja a un lado para volver al metadiegético y a la experiencia que de cierta forma había anunciado el narrador en R1 anteriormente: el de la experiencia de lectura y sus efectos. Se hace luego una pequeña referencia a Petrarca, pero aún dentro del relato metadiegético. El párrafo IV comienza con R1 y mantiene la temática de la experiencia literaria que venía desarrollándose en las intervenciones anteriores para, esta vez sí, relacionarla directamente con el relato de la lectura de Barco, hasta terminar el párrafo y dar inicio, en el V, al segundo gran cambio temporal, es decir, la analepsis que corresponde a la profundización en el recuerdo. Al relato del recuerdo de Barco.

La analepsis tiene un alcance de más de cuarenta años según se establece en lo narrado en el relato metadiegético[4] y se mantiene durante el resto del relato, a no ser por unas pocas líneas. El primer cambio temporal que encontramos dentro de la analepsis es una pequeña prolepsis: “Casi todos sus tíos […] pasar en él unos días”, de un alcance de aproximadamente 6 años en relación a la analepsis misma. En este punto, ya finalizada la prolepsis y hasta el final del relato, nos encontramos con uno de los “bloques” menos fragmentados, más regulares, con pequeños cambios temporales. Existen además varios enunciados claves en cuanto a causalidad. “Había llovido mucho…”, por ejemplo, justifica la ausencia de vehículos y lo lento de la caminata. Hay en el párrafo VI una analepsis interna bastante notoria, en la que el narrador se refiere a los padres de Barco y su hermano, y sus advertencias en cuanto al estado del camino. Esta analepsis da pie a un enunciado que caracteriza bastante al personaje, que perfila su personalidad. Se produce un cambio de voz en el que se nos revela lo que pensaba el personaje en esa época acerca de su padre, y lo que siguió pensando hasta más tarde. Ahí se cuela también parte del relato metadiegético, marcado por un “y seguía imaginándoselo en la actualidad aún cuando su padre había muerto hacía treinta años y su hermano el año anterior”. Podemos notar que se trata de una analepsis nueva (no es la misma que habla de la reacción de los padres frente a los hechos relatados), que nace a partir de un regreso al relato del proceso de lectura de Barco y que se inserta en la analepsis del recuerdo. El párrafo finaliza con una pausa. Se desvía la atención a la relación de los padres más que a la historia de barco y su hermano, en una especie de narración paralela, lo que podría ser considerado como una pausa.

El párrafo VII retoma la narración del recuerdo dejada de lado, pero deja lugar casi inmediatamente a una pausa, centrada en la descripción del paisaje, sobre todo de la imagen del sol y los animales del campo: “el gran disco rojo […] de almas en pena muda y amenazante”. Se retoma la acción con “En un campo cercano…” y nuevamente se produce un cambio temporal al relato metadiegético: “le sugerían a Barco[…] dibujaron en la piedra”. Se trata de una parte especialmente importante puesto que presenta una reflexión de Barco en el presente de su lectura con respecto al recuerdo. Ya no se trata solo de recordar y exponer los acontecimientos del recuerdo, sino que una reflexión nace de ese recuerdo, y lo renueva. Es además un guiño al lector que se verá completado y cobrará peso más adelante.

El párrafo siguiente comienza con una elipsis explícita: “al cabo de un rato de marcha”, y continúa con la narración de la analepsis. Encontramos también un pequeño relato iterativo (“en ese lugar que había atravesado decenas de veces”) y más adelante una prolepsis interna generalizante con relación a la analepsis: “Durante años […] terminarían por hacérsela olvidar”, puesto que se refiere a un sentimiento posterior a esa noche de su infancia. Es este enunciado el que se enlaza con lo antes mencionado por el narrador acerca de la pintura rupestre. Se trata de una analogía entre la pintura rupestre y la memoria. Cómo la memoria va cubriendo los recuerdos y de pronto, por una revelación o por algún motivo (en este caso la lectura), esos recuerdos vuelven a salir a flote, tal como una pintura rupestre es descubierta después de varios años de pasar desapercibidas. El párrafo termina regresando al relato metadiegético.

El párrafo IX sigue con una descripción, aunque en este caso no puede ser considerada como una pausa puesto que marca el paso del tiempo, marca cómo poco a poco el cielo se va oscureciendo y el sol se oculta. Esta descripción tiene además, un ligero cambio en el tono de voz, superponiéndose de cierto modo a la voz de Barco en su presente (en el presente del relato metadiegético). Los recuerdos se cargan especialmente de la mirada retrospectiva de Barco, otorgándole un nuevo sentido que el que tuvo la noche de la acción, esto último definido por un cambio al relato metadiegético a partir de: “Aunque únicamente esa mañana […] inaccesible y remoto”. Aquí, tal como sucedió anteriormente, la experiencia se ve renovada. Se reflexiona en torno a los acontecimientos de entonces pero desde la madurez actual del personaje, lo que queda más explícito aún con: “sin gozar de la clarividencia resignada de cuarenta años más tarde”. En el mismo párrafo hay además una pequeña intervención del narrador, que no corresponde necesariamente a R1 en cuanto no se habla de la experiencia de lectura. Se trata más bien de un cambio de voz: “en razón de esa relación peculiar […] íntima y constante a la vez”. El décimo párrafo comienza con un diálogo, el único cambio de modo al estilo directo que se presenta en todo el relato, que reproduce la voz de su hermano, para volver luego al modo indirecto.

En el párrafo XI encontramos una prolepsis interna en la que se reproduce lo que contaría su hermano más tarde, reproduciendo a su vez la voz de Liebre, en un cambio de modo (cambia a directo): “Tené cuidado, Liebre […] diez o doce kilómetros”. Cuando finaliza la reproducción del diálogo en la voz de Liebre y volvemos al relato del recuerdo, se produce una pequeña comparación hecha por el narrador en el tono de R1: “como cuando, al despertar[…]se ha disipado”, que luego da paso al final de la narración del recuerdo. El párrafo se cierra con una prolepsis acerca del cambio que se produce luego de los acontecimientos de esa noche y por el resto de su vida: “y seguiría intentándolo, sin conseguirlo, hasta el momento de su muerte, que clase de mundo era”.


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[1] Si bien volvemos a identificar el relato metadiegetico propiamente tal más adelante, digo “finaliza” en el párrafo IV porque se oculta para dejar paso a la analepsis. Hay que considerar que los niveles de tiempo y orden del relato van intercalándose a lo largo de todo el relato; sin embargo, se pueden distinguir en este caso grandes “bloques” de orden temporal, y considero que definir el análisis en base a esos bloques es la forma más ordenada de establecer las relaciones. Las nuevas apariciones de un orden temporal en el “bloque” correspondiente a otro serán bien especificadas.
[2] Resulta especialmente interesante este detalle porque se trata del motivo primero que justifica todo el relato. Por absurdo que parezca, si Tomates no hubiese anunciado visita, Barco jamás habría tomado ese libro en la espera y el recuerdo no se le hubiese venido a la mente.
[3] Es como si fuesen dos historias paralelas. En una se puede ver el reflejo de la otra, y de ese modo se puede influir en ella, pero no convergen en el mismo punto, porque son historias de naturalezas distintas. Son dimensiones distintas.
[4] Párrafo III

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