domingo, 7 de octubre de 2007

Sobre “El Término”, de William Carlos Williams.

Trabajo hecho para Taller de poesía en Lengua Inglesa, 2006


Hay ciertos poemas de William Carlos Williams que parecieran ser una foto o una película. Utiliza un lenguaje preciso para referirse a una situación específica de la vida cotidiana, y la dibuja en nuestra mente por medio de palabras. No se trata de la construcción de imágenes a través de una descripción detallada, sino más bien de una forma de conectar el poema al lector a través de la imaginación del mismo. De despertar la subjetividad del lector ante la objetividad de un objeto. Williams vendría a ser, según la definición de Milán[1] acerca de la poesía actual, un autor lúcido. Lúcido en su forma de dar cuenta del mundo mediante un lenguaje claro y preciso, e imágenes bien definidas. En “El Término”[2] nos encontramos con una secuencia de imágenes muy bien descrita, en un lenguaje de más está decir sencillo, que remiten a una situación perfectamente posible, hasta cotidiana. Sin embargo, se produce una especie de extrañamiento al encontrarnos con la imagen acabada, probablemente por la distancia que no estamos acostumbrados a tomar frente a ese tipo de situaciones.

Me explico: vemos una hoja de papel de envolver medianamente grande que rueda por la calle hasta ser aplastada por un auto. Luego, esta hoja vuelve a ser elevada por el viento y sigue rodando como si nada. La situación en sí no escapa de lo cotidiano. Cuando nos encontramos en la realidad frente al objeto, no sentimos necesidad, por ejemplo, de hacer una comparación de su volumen y tamaño con otro objeto de la realidad porque no es necesario. La estamos viendo. Sin embargo, lo que hace Williams es justamente eso. Darnos un punto de referencia que nos permita situarnos. Fijar la imagen con precisión; imaginarla tal como él quiere que la imaginemos. Así, la describe del tamaño y volumen de un hombre como una forma de darnos a entender la realidad lo más objetivamente posible sin entrar en detalles molestos[3]. Al final, el objeto poetizado termina siendo la excusa que da pie a la situación que convoca al poeta y al lector. La elección de un hombre para hacer referencia al tamaño del papel se vuelve esencial en el poema, porque solo gracias a esa referencia podemos tomar algo de distancia, podemos imaginar tan vivamente la imagen y reaccionar ante ella. Lo que en la calle, a ojos de cualquiera no hubiera sido más que un papel, es en el poema un papel que asemeja a un hombre. Y el hombre-papel de Williams es arrollado. Cabe preguntarse a estas alturas qué sucede. Si el hombre se impone por sobre el papel o el papel por sobre el hombre. Afortunadamente es la condición del papel la que gana, “al contrario de un hombre” dice Williams como para recalcar la diferencia, y el hombre-papel sigue rodando, ajeno a su realidad de hombre mortal.

El autor obliga al lector a verse a sí mismo en esa hoja de papel, lo que como observador de la situación en la realidad probablemente no habría alcanzado a lograr. El lector tal vez nunca se habría sentido identificado o siquiera interesado en el asunto. Sin embargo, la imagen descrita en el poema produce tal vez no una reacción pero si algún tipo de reflexión al respecto. A estas alturas poco recordamos del papel como objeto en sí mismo, para fijar nuestra atención en las sensaciones que produce la situación enunciada. El acontecimiento poetizado despierta inevitablemente en el lector la idea de la mortalidad del hombre, de la fragilidad de la vida, la importancia de los instantes, todo con un guiño desde el otro lado. Desde la burla e ironía de ese hombre-papel que resulta ser para su fortuna más papel que hombre. Que puede ponerse de pie luego de ser arrollado.

En cuanto a la estructura, llama la atención la fragmentación de los versos, no solo dentro de la misma estrofa sino también entre una estrofa y la otra. Tan fragmentado resulta ser este poema en particular, que una estrofa se hace inentendible sin el resto:
y aparente volumen
de un hombre ibarodando conel viento despacio yrodando enlas calles cuando

El rodar de un objeto como un gran papel, lo suficientemente liviano como para ser levantado por el viento, lo suficientemente irregular como para girar de forma desigual, es reforzado por el ritmo que sigue el poema. Da la impresión de que esta fragmentación se debe principalmente a que permite mantener e imitar el movimiento de lo poetizado. La sonoridad se acopla a esa sensación del giro del papel que “iba rodando con el viento despacio” y obliga a realizar una lectura lenta, tal como el movimiento que el hablante nos muestra. La forma en la que está escrito el poema, sobre todo si consideramos lo fragmentado de los versos, demuestra que la forma es tan tema como el objeto. El ritmo aporta tanto como las palabras a la hora de crear una mirada subjetiva por parte del lector.

Podemos identificar además como una manera efectiva de mantener la continuidad de las estrofas, la repetición de “rodando”; uno, como una forma de aportar a la sensación de giro (tal como lo hace el corte de un verso al otro) y dos, como una forma de volver al principio, y de dar continuidad a todo el poema. Luego del auto, nada; el papel sigue rodando y rodando. Volvemos al principio, se cierra el ciclo y el acontecimiento es olvidado rápidamente. Llevándolo al papel-hombre, de haberse impuesto la calidad de humano, habría sido lo mismo. Después de todo, uno no es ninguno para la totalidad; para la continuidad del ciclo. Luego de retirado el cadáver el mundo hubiera seguido rodando y rodando, tal como el papel. Otra instancia que remite a la fragilidad de la vida, a la inmediatez y a la fugacidad en el poema.

En términos generales, el poema se caracteriza por estar construido en base a una imagen cotidiana, con un lenguaje preciso y bastante limpio, en cuanto no está sobre-adjetivado ni cargado de abstracciones. Además induce a pensar acerca de la vida, de la posición del hombre en el mundo, de la fragilidad, de lo cíclico. Los versos están fragmentados, pero mantienen cierto ritmo, dado por la repetición de algunas palabras y porque el tipo de fragmentación permite que el poema en su construcción se acople con el objeto poetizado.
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[1] Milán, Eduardo. “Resistir”. Preguntas por la poesía.
[2] Revisar Anexo.
[3] Si utilizara medidas para detallar y completar la imagen, 8por muy absurdo que parezca) dificultaría la lectura del poema y la creación de esa imagen en la cabeza del lector por ceñirse demasiado a la realidad. El poema se centraría en el objeto mismo, y no en lo que éste produce en el lector.

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